Roguemos al Señor - últimas reflexiones

Aldila - Oficial

sábado, 18 de abril de 2009

Reflexión: Mc 16,9-15

Mc 16,9-15

¿Qué más? ¿Más claro? El agua.

El Señor está cerrando su predicación…su presencia como hombre, como Hijo de Dios entre nosotros. Todo lo que ha hecho y nos ha mostrado tiene sentido. O quizás debiéramos decir que lo tendrá, si nosotros hacemos lo que Él nos pide, lo que nos ordena: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación”.

Tenemos un mandato. Como dijeron nuestros obispos en la V Conferencia General del Episcopado, en Aparecida: “No tenemos otro tesoro que este. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias.”

Resistencias las ha habido siempre. Ya vemos que a sus mismos discípulos Cristo “les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado.” Pero creo que la principal resistencia está en nosotros mismos, que no queremos comprometernos, que no queremos incomodarnos. Y es que vivimos en el engaño permanente, pensando que todo puede pasar suavemente por nuestras vidas, sin “hacer olas”, sin jugárnoslas. Pero eso es mentira. Tarde o o temprano llegan las dificultades y finalmente la muerte, y si no hemos llevado una vida digna, en la que hayamos puesto en juego todos los dones recibidos, Jesús nos escupirá por tibios.

Es que podemos vivir como el avestruz, escondiendo la cabeza y pretendiendo que nada pasa, que nada nos toca, que nada nos incumbe, pero tarde o temprano llega la hora de dar cuentas y entonces será demasiado tarde. Tenemos que llegar a comprender que la vida sólo tiene sentido, cuando somos capaces de darla por los demás. El que trata de conservarla y preservarla para sí, en realidad la pierde. Para dar frutos la semilla tiene que morir…

Nos cuesta entender la vida y el sentido de ella. Sin embargo tenemos tantos ejemplos en nuestra propia vida de felicidad. Detente un momento y revisa sinceramente: ¿No has sido feliz cuando has podido dar algo de ti, algo que te ha costado? ¿No es la felicidad de los que quieres la que te hace a ti feliz? Pues he ahí una muestra.

Camina haciendo el bien y procura solamente prodigar felicidad a los demás, aunque te vaya la vida en ello. Comparte generosamente lo que tienes; esfuérzate un poco por llenar las vidas de los demás, no la tuya. Da, sin mirar a quién. Solamente da. Recuerda que tienes una misión y que tal como nos lo dijeron nuestros obispos en Aparecida “no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana.”

Finalmente, nos recuerdan los obispos, “el discípulo misionero ha de ser un hombre o una mujer que hace visible el amor misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y pecadores.”



Oremos:

Señor ayúdame a ser un verdadero emisario tuyo, a llevar la buena nueva por donde voy, con hechos, no con palabras. Que viva y me comporte cristianamente, SIEMPRE.

Quiero ser discípulo tuyo y no guardarme nada para mí. ¡Sacúdeme de esta modorra, esta tibieza, esta mediocridad! ¡Quítamela de encima, para que sea digno de llamarme hijo tuyo!


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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