Roguemos al Señor - últimas reflexiones

Aldila - Oficial

martes, 30 de septiembre de 2008

Reflexiones Lc 9, 51-56


Conmueve la ingenuidad, la inocencia con la que los discípulos se dejan llevar por instintos primarios, de cuya esclavitud viene a liberarnos Jesús. Que rápidos y dispuestos a solucionar todo por la vía de la fuerza y la violencia. No han podido entender todavía cuál es el camino que con su vida, posterior muerte y resurrección ha venido a proponernos Jesús. Ese no es el camino. No es la servidumbre de los instintos, a la que nos encontramos sometidos, la que nos salvará. Por el contrario es solo rompiendo sus cadenas que podremos construir el Reino de paz, de amor y de justicia para todos.

El cambio de paradigmas es total. Educarnos en ese cambio para obrar como Jesús es lo que debemos hacer, a lo que debemos dedicar todos nuestros esfuerzos en esta vida. Los caminos del Señor no son los nuestros.

Jesús, sabiendo que ya llegaba el momento, escoge ir a Jerusalén, aun sabiendo lo que allí le espera. No huye, no escapa de su misión, ni tampoco la hace más fácil, acudiendo a los poderes que sus discípulos le sugieren. Tiene que hacer la voluntad del Padre: la Salvación, la Redención de la humanidad entera. Y esta pasa por el sufrimiento, la pasión y la muerte en la cruz; pero también por su resurrección gloriosa. Todo llegará a su tiempo.

Oremos:

Señor, permítenos entender y hacer nuestro este pasaje del evangelio. Esa actitud tuya, tan distinta a la de los discípulos, que se parece más a la nuestra. Entender la Voluntad del Padre y ponerla por sobre todo, para someternos a ella, con fe ciega, sabiendo que ella será siempre correcta, siempre la más conveniente para todos, pero especialmente para los más pobres, para los que más sufren, para los débiles.

Señor, libéranos del egoísmo, de la mezquindad. Que antepongamos a los demás antes que nuestra comodidad, nuestro bienestar y nuestra seguridad.

Que nuestra agenda sea la tuya.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

lunes, 29 de septiembre de 2008

Reflexión: Jn 1,47-51

Jn 1, 47-51

Esta lectura se hace un poco difícil de entender, si no podemos situarnos en el contexto. Sucede con algunas lecturas así. Por ello se hace necesario estudiar, saber, leer…

Los ángeles juegan un papel importante en estos versículos. Pero, ¿qué sabemos nosotros de ángeles? Ellos eran importantes para los judíos y tienen un papel en la historia de la salvación. ¿Los conocemos?

Será motivo de investigación. Algo tenemos que estudiar. Recuerdo al Ángel Gabriel, el de la Anunciación, el que trajo la buena nueva a María. Hubo otro en la puerta del sepulcro…y otros estuvieron sirviendo a Jesús luego de sufrir las tentaciones del desierto. No recuerdo más…Pero creo que es suficiente para darnos cuenta del papel clave que juegan en la vida espiritual.

No podemos dejar de mencionar la Ángel Caído, aquél que quiso ser como Dios, Lucifer, el señor de las penumbras, de la destrucción y la muerte. La soberbia, la codicia, la lujuria y toda aquella tentación que nos lleva a pretender que alejándonos de Dios, ignorándolo, seremos más que Él. Aquél mentiroso que nos hace creer que con él seremos libres, cuando en realidad pretende esclavizarnos al egoísmo, al mal, al sufrimiento y a la muerte. Aquél que nos hace concebir la inaudita pretensión de vivir sin Dios…Eso fue lo que quiso el demonio y es a esa aventura que nos lanzamos cada vez que apartamos a Dios de nuestras vidas.

¿Cómo podemos verlo? Pues es la iluminación del Espíritu Santo la que debemos pedir incesantemente, para que nos permita discernir siempre el camino recto, el camino de la verdad y de la vida, el camino del Señor.

Oremos:

Señor, danos tu luz y tu espíritu para que podamos verte en el mundo, en cada cosa, en cada persona, en cada lugar. Que vivamos en el mundo como quien habita en tu templo, respetando todo lo que has creado para nosotros, todo lo que nos has dado y usando de ello en tanto en cuanto nos acerquen a Ti.

Envíanos tus ángeles bondadosos para que nos protejan y podamos finalmente así, contigo, vencer a la muerte.

Aparta de nuestra mente, de nuestro corazón y de nuestra vida toda tentación, todo engaño que signifique salirnos del camino, para regocijo del embustero.

Haznos rectos. Haznos valientes. Haznos puros.

Purifica nuestra mente, nuestra alma y nuestro corazón. Que solo aniden en ellas buenos actos, buenos pensamientos, buenas intenciones.

Fortalece nuestra frágil voluntad.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

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domingo, 28 de septiembre de 2008

Reflexiones Mt 21, 28 - 32

Mt 21, 28 - 32

Contestamos muy rápidamente a Jesús, “Sí, ¡Cuenta conmigo!” Pero que difícil se nos hace seguirlo día a día. Jesús no quiere palabras, sino obras, actitudes, acciones. Está cansado de nuestro chamullo, de nuestras palabras huecas y sin sentido.

Quien dice que le ama y no le sigue, es en realidad un mentiroso o cuando menos un charlatán.

La lectura hoy nos muestra esas dos actitudes. La del que dice no, sin embargo luego recapacita y hace lo que debe hacer, lo que Jesús le pide y la del que dice sí, pero luego hace cualquier cosa. ¿A cual de los dos nos parecemos? ¿Cómo cual de los dos nos comportamos en realidad?


Oremos:

Señor, quiero ser de los que te siguen, de los que no palabrean tanto y actúan correctamente. ¡Quiero predicar con el ejemplo! ¡Dame coherencia!

Fortalece mi espíritu enclenque, superficial, débil…que eche raíces en Ti; que sepa dar siempre testimonio de tu amor.

Señor Jesús, que seas Tú y no yo el que guie mi vida.

¡Hazme un instrumento de tu fe!

Te doy todo lo que soy, todo lo que siento, todo lo que pienso…¡Tómalo Señor y haz con ello lo que gustes!

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

sábado, 27 de septiembre de 2008

Reflexiones Lc 9, 43b-45

Lc 9, 43b-45

Continuamos con la imagen del Mesías esperada por los discípulos, la misma que seguramente nosotros estamos esperando, la del guerrero que con su omnipotencia habrá de inclinar la balanza a nuestro favor. En cambio Jesús habla de algo que no queremos oír: de sufrimiento, de pasión, de muerte.

El camino de salvación es distinto al que nosotros deseamos o imaginamos; no es el de la victoria efímera, aunque al final alcancemos la victoria definitiva sobre la muerte. Eso el mismo Jesús nos lo garantiza. Sin embargo el Camino no es fácil, pues es el de el amor y la paz, palabras fáciles de escribir y decir, pero muy difíciles de realizar, en un mundo marcado por la adversidad.

Paz y amor a todos, pero especialmente a aquellos que nos dañan, a aquellos que nos persiguen; a nuestros enemigos. ¿Somos capaces de tanto?


Oremos:

Danos valentía para seguir por tu camino, allí donde más nos cuesta.

Danos tu luz y perseverancia, para no flaquear. Y si caemos, que nos volvamos a levantar y sigamos adelante.

Que no construyamos un Cristo a nuestra imagen, un Cristo cómodo y fácil de seguir, un Cristo permisivo y tolerante en extremo, un Cristo falso.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

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viernes, 26 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 9,18-22


Nuevamente se nos hace un poco difícil entender estas palabras, si no podemos ubicarlas en el contexto histórico. Y a ello contribuye “Les doy una Buena Noticia” escrito por el padre Manuel Cavanna. Allí nos explica por qué la reacción de Jesús ante la afirmación de Pedro. Y es que él, como los demás discípulos y los judíos en general estaban a la espera de un Mesías que los liberaría del yugo Romano, de la opresión. Es decir, en otras palabras, esperaban la manifestación del poder de Dios en contra de sus enemigos.

Pero Jesús viene a restaurar una Nueva Alianza, basada en la Voluntad del Padre, que tiene muy poco que ver con este guerrero al que esperaban los Judíos. Cristo viene a enseñarnos otro camino y para que se cumpla, todavía tiene que padecer el Sacrificio de la Cruz, tan lejano a lo que esperaban los discípulos, y tan lejana muchas veces a nuestra comprensión.

El puede ser un “subversivo”, pero no de la clase que muchos de nosotros esperaríamos. No empuñará las armas, no realizará campañas, ni sembrará terror. La revolución que nos trae es la de la esperanza, la paz y el amor. El viene a reconciliarnos entre hermanos y a reconciliarnos con el Padre, que lo único que pide es que nos amemos los unos a los otros, como Él nos ha amado.

Este mensaje, como la más pequeña de las semillas, crecerá hasta cambiarlo y revolucionarlo todo. Este es un mensaje revolucionario y subversivo, porque se estrella contra todas nuestras categorías, contra todos nuestros esquemas. Porque nos propone la defensa de la vida a toda costa. Si llegamos a dar nuestra vida, será en defensa de la vida misma. Daremos la nuestra, antes que quitar la de otros…¡Esa es la lección!

¿Pero cuántos de nosotros somos capaces de sacrificarnos a nosotros mismos, antes de sacrificar a los demás? Gritamos ¡No hay derecho! Y exigimos: ¡primero lo nuestro, a cualquier precio, luego hablaremos!


Oremos:

Señor, danos tu luz para entender cómo debemos actuar a cada paso en nuestra vida; cómo podemos ser redentores y no jueces inflexibles verdugos de los demás.

Pon en nuestras bocas la palabra precisa, el gesto oportuno, la claridad para conducir a nuestros hermanos menores.

Danos sabiduría y discernimiento para doblegar toda aquella argumentación banal del demonio.
Haznos instrumentos eficaces de tu fe.

¡Qué nuestra vida sea un ejemplo para los demás y que al seguirnos, te sigan a Ti!

Perdona mis temores, mis dudas, mi falta de consecuencia y acción oportuna. ¡Dame el poder para luchar contra estas debilidades y que la virtud salga siempre airosa!


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

jueves, 25 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 9,7-9

Lc 9,7-9

A Herodes, que antes había enviado a matar a Juan el Bautista, por una estupidez, por un capricho, por un extravagante juramento que sólo a un vanidoso podía ocurrírsele, le intriga quien puede ser este hombre, del que se dice tantas cosas. Como dice el Padre Manolo Cavanna, le remuerde la conciencia y tiene realmente miedo que sea Juan. El sabía que hacía mal (¿Quién era él para jurar sobre la cabeza de otro, para poner en juego la vida de alguien?), pero por un insulso juramento, dado con frivolidad y peor aún, teniendo la posibilidad de negarse a cumplirlo, por irrazonable, prefiere seguir hasta el final, sosteniendo la promesa que había hecho, con tal de no desprestigiarse y perder un ápice de su autoridad. Es decir que es la vanidad y el orgullo los que le impiden reconocer sus errores y dar marcha atrás en el cumplimiento de una estúpida promesa. Puede más su prestigio y el qué dirán…

¡Claro! Era más fácil mandar a matar a Juan, que se encontraba preso e indefenso, que sabía que era un buen hombre, pero que después de todo ni era de su familia, ni tendría por qué afectarle tanto. Finalmente, estaba seguro que lo olvidaría como a otros tantos…Sin embargo Jesús, a quien obedecen incluso las olas, se lo recordaba y la conciencia lo carcomía.

¿Cuántas veces somos como Herodes, que sentimos curiosidad por Jesús, pero por intereses espúreos? ¿Cuántas otras veces seguimos hasta el final una estupidez tan sólo por no dar nuestro brazo a torcer, tan solo por no reconocer que nos hemos equivocado? ¿Somos acaso infalibles? Reconocer nuestro error es una humillación a la que no estamos dispuestos…


Oremos:

Señor, haz que te busquemos con sinceridad, con pureza de corazón, no solamente por curiosidad o para obtener lo que queremos o para tranquilizar nuestras conciencias…

Haznos dignos seguidores tuyos. Que creamos en ti y demos testimonio de ello con nuestras propias vidas, siempre.
Danos un corazón humilde, para saber reconocer nuestros errores y enmendarnos.

Dame valor, dame fe, dame tu luz. Que ella brille en mi siempre, para que mis hermanos encuentren el Camino y seas Tú a quien ven, no a mí.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 9,1-6

Lc 9,1-6

Otra vez me parece oír hablar al Señor de la Libertad. No llevar nada con uno…sólo lo indispensables. Y partir, dejando todo con una misión: hacer su voluntad. Trabajar con cada uno de los que encontramos en el camino, pero sin detenernos demasiado con aquellos que nos rechazan. Añadiría yo que hay demasiado que hacer, para estar deteniéndose a porfiar con alguien que no nos quiere. Sacudirnos el polvo de los zapatos y seguir adelante…Es decir, no dejarnos desalentar.

Envestidos del Poder que sólo Él es capaz de darnos, nos pide marchar a anunciar el Reino de Dios y a curar a los enfermos. Me parece importante tomar nota que sólo nos encarga dos tareas ¡sólo dos!

El enfermo, el disminuido, el que no puede valerse por sí mismo, el que está sufriendo, merece compasión y por lo tanto nuestra atención. Es a estos hermanos a los que el Señor nos envía a curar. Pero esta cura no es solamente física. Es que el Señor no sólo se refiere a los enfermos físicamente, sino a todo aquello que envenena el espíritu, aquello que tergiversa la realidad, que nubla la razón, que debilita o daña el alma. Es nuestro mandato: ¡curar!

Y en qué consiste anunciar el Reino. ¡Pues en llevar la Buena Nueva. En dar esperanzas a quien tiene un corazón dispuesto, a aquellos que sinceramente lo está buscando. “Dios, que es AMOR, es nuestro Padre. Y porque nos ama, quiere nuestra felicidad. El reino ya está aquí; está en nuestros corazones y viene creciendo y propagándose por el amor. Aprendamos a amar como El nos ha amado y alcanzaremos la Vida Eterna”.

El Reino se anuncia con la vida misma. Seamos portadores de la buena nueva allí donde estemos, por donde nos movamos.


Oremos:

Señor Jesús, dame la fortaleza para proclamarte con mi vida, allí por donde voy, con quien estoy, en todo lo que hago. ¡Que mis obras hablen de ti!

Hazme portador de consuelo para el que sufre, para el que no tiene nada, para el que ha sido abandonado y desahuciado.

Que no me preocupe tanto en lo que debo llevar, como en lo que debo dar. Que acoja generosamente al que sufre, compartiendo y comprendiendo su dolor. Si está en mis manos aliviarlo, Señor, que sea capaz del sacrificio y que no me corra cobardemente.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

Reflexión: Lc 8,19-21


Muchas veces anteponemos a nuestras familias para dejar de hacer la voluntad del Señor; encontramos en la supuesta dedicación a ella la mejor excusa para evadir la Voluntad del Padre. Todos podemos tener un familia y tener obligaciones hacia ella, pero nada ni nadie debía ser superior a la Voluntad del Padre, a dejar la vocación de servicio a la que somos llamados y realmente, cuando algo o alguien nos esclaviza a tal extremo, debemos detenernos a pensar, si efectivamente son estos o ellos la razón, la justificación de todo el quehacer de nuestras vidas o es que los estamos usando para justificar nuestro egoísmo, nuestra obsesión o un “amor” posesivo y asfixiante, que entonces ya no es amor a los demás, sino a uno mismo.

No, es que mi madre tal; o es que mi padre o mis hermanos cual…Nada que nos someta a esclavitud, olvidándonos del resto de nuestras obligaciones puede ser bueno. Nosotros hemos sido llamado a ser libres…Como dice San Ignacio, “libres para servir”.

Jesús ha venido a abolir todas las cadenas, incluso estas de la “supuesta familia”. Nada ni nadie puede estar por encima de la Voluntad del Padre. Esta debe ser la que guie todos nuestros pasos. A ella tenemos la libertad de adherirnos o no. Si decimos, “mi familia”, mis hermanos, mi padre o mi madre…ya estamos optando y no necesariamente por Jesús, ni por el Amor, aunque pudiera parecerlo.

Por eso nos suenan tan duras las palabras de Jesús. Él no rechaza a su familia…el señala cual es su obligación, que está por encima de su familia terrena. El tiene obligaciones con todos, deberes asignados por el Padre, que Él debe cumplir.

Oremos:

Querido Señor, danos la capacidad para discernir el amor del egoísmo; tu voluntad de la nuestra y obrar en cada momento en función de este discernimiento, procurando hacer lo que tú nos mandas.

Libérame de toda esclavitud, de toda manía, de todo vicio, de todo pecado, de todo aquello que me ata y me impide actuar según Tu Voluntad.

Dame la fortaleza para anteponer con firmeza Tu Voluntad en cada acto, cada gesto, cada palabra, cada paso de mi vida; que sea esta una muestra de servicio a Ti.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

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martes, 23 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 8,16-18


Nuevamente el Señor nos exige dar todo lo que tenemos. Si hemos recibido algo, no es para guardarlo, para atesorarlo egoístamente, sino para darlo generosamente, hasta el último, sin reservarnos nada.

Es otra forma de expresar la misma idea que la parábola de los talentos. El que más tiene, está obligado a dar más. Pero el que menos tiene, también tiene la obligación de dar cuanto tiene. A todos, según su capacidad.

Al que se reserva, por tener poco, por creerse poco, hasta lo poco que tenía o creía ser se le quitará. Estamos llamados a dar el 100 por ciento siempre. Todo lo que tenemos; todo lo que somos. Así de exigente es el llamado.

Oremos:

Señor, permíteme discernir en mi vida lo importante, lo que conduce a ti, lo que me conduce a construir el Reino y dejar todo aquello que solo significa vanagloria, trampas de egoísmo y vanidad.

Que no obre, que no actúe por recibir reconocimiento y honores, porque si no ya habré recibido mi premio; por el contrario, que me empeñe en hacer Tu Voluntad, aun cuando ello podría significar desprestigio y deshonor a los ojos de los hombres.

Que siempre esté dispuesto a defender al humilde, al pobre, al que no tiene nada, al que es objeto de burla y maltrato.

Que mis obras hablen de Ti a mis hermanos. Que sea a Ti a quien vea y pueda animarlos a seguirte.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

Reflexión: Mt 20,1-16


Las categorías del Señor no son las nuestras. Todos son llamados en algún momento. Unos más temprano y otros más tarde, per5o para todos el “premio” es el mismo, la paga es la misma. Todo el que hace caso a la invitación y lo sigue, todo el que cambia su vida a partir del momento en que es llamado y se pone a trabajar por el reino, recibirá la Vida Eterna. ¿Qué más podemos desear? ¿Qué más podemos pedir?

¿Nos parece injusto? ¿Por qué si yo lo seguí toda mi vida, aquél que llevó una vida licenciosa y a última hora se arrepiente recibirá lo mismo? Eso nos molesta. Pues debemos aprender a alegrarnos con Jesús por todos aquellos que regresan al redil, que se unen al camino, como Él lo hace.

Si uno de nosotros se pierde, Él sale a buscarlo; si tan sólo logra convencer a uno, por uno sólo, habrá valido el trabajo. Esa es la forma de ver de Cristo, muy distinta a la nuestra.

Entonces, dejémonos de estar juzgando por qué a el tanto, por qué a mi tan poco. Sigamos al Señor, que Él sabrá darnos lo que merecemos al final de los tiempo y lo que tengamos será suficiente para ser felices toda una eternidad.

Oremos:

Señor te pido que apartes de mi mente toda ridiculez y mezquindad, para no andar juzgando a mis hermanos, dando a todos lo más que puedo, aun a esos que me molestan, porque pienso que tienen tanto y no les ha costado.

Que no juzgue…¿Quién soy yo para juzgar?

Que mire la biga que tengo en mi ojo, antes que andarme fijando en la paja del ojo ajeno.

Dame confianza, fe y ternura, para nadar por el mundo reflejándote a Ti. Que seas tú quien brille en mí.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

sábado, 20 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 8,4-15


Tantas cosas en las cuales reflexionar después de esta lectura. Por ahora me quedo con la figura de la Palabra y la Tierra. El Señor nos ofrece la salvación. Pero este es un Camino. No se trata de darnos mágicamente la salvación, quien sabe a través de un milagro, no. Él nos señala el camino, pero está en nosotros el transitarlo o no. Su Palabra –el Camino, la Verdad y la Vida- necesita de nuestra tierra, pero nosotros podemos acogerla, cuidarla, preservarla, mantenerla, procurando que de frutos abundantes o simplemente podemos despreciarla, desecharla, hacer de ella una moda pasajera en nuestras vidas, una cáscara, un barniz o arrojarla a la basura.

Hay dos partes en esta historia de nuestra salvación. La parte que le tocaba a Jesús, se ha cumplido. Él ha dado lo que tenía. La otra parte nos corresponde a nosotros, depende de nosotros…¿La cumpliremos? ¿Acogeremos al Señor y su Palabra o simplemente la haremos de lado y seguiremos por donde se nos antoja, fríos o peor aún, tibios?

Oremos:

¿Señor, qué clase de tierra soy? Hazme ser buena tierra, perseverar hasta lograr frutos en abundancia.

No permitas que me aleje de ti, justificándome y procurando solo mi comodidad.

Hazme firme y fuerte para llevar tu palabra por donde voy. Que brille tu luz en mi.

Dame fuerza de voluntad para perseverar en las buenas y en las malas, que no decaiga ante la primera dificultad, ante la primera tentación. Protégeme de todos tus enemigos. ¡Aparta al cínico y mentiroso Satanás que se acerca a mi vestido de oportunidad, con la única misión de apartarme de ti!

¡Aparta de mí todo vicio, especialmente el de la ociosidad, el de la flojera y la comodidad!


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

viernes, 19 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 8,1-3


Como explica el Padre Manolo en sus reflexiones, hay que ponerse en el tiempo y lugar. Cuando Lucas habla de estas mujeres, está hablando de las excluidas de la sociedad, de las menospreciadas. No era fácil estar caminado y exhibiéndose por ahí con mujeres y algunas de las que Cristo había curado habían tenido dudosa reputación. Pero el Señor es así. Rompe los esquemas y las formas tradicionales de obrar. Sus categorías son otras; no son las mismas que las nuestras. Lo que era aceptado y correcto para los hombres de prestigio de aquél entonces, no era lo que determinaba su proceder. Él va más allá; para el está primero la dignidad del ser humano y no el qué dirán.

¡Qué lección! Cuantas veces nosotros evitamos juntarnos con este o aquél, por no mancharnos, por no malograr nuestra reputación. ¿Cuánto remecería este hombre las bases de su sociedad, caminando con borrachos, cobradores de impuestos, pecadores, prostitutas? Lo debían tener entre ceja y oreja.

¿Quién podía ser este que encima de andar con gentuza se decía hijo de Dios?

¿A cuántos Cristos estaremos ahora juzgando y condenando simplemente porque no andan con los nuestros, porque no hacen lo que aprobamos, porque se juntan con la escoria de nuestra sociedad o con los pobres y humildes, con los excluidos?

Oremos:

Señor dame un corazón humilde, para seguirte sin vanagloria.

Dame fortaleza para no doblegarme ante el cansancio y la monotonía de la rutina diaria. Para dar testimonio de Ti, aun en aquellos momentos en los que el cansancio y la fatiga parecieran vencerme.

No me dejes solo, no me abandones, aun cuando mi obrar a veces te avergüence y decepcione. Permíteme hacer siempre un último esfuerzo por seguirte, hasta el fin.

¡Sé mi piloto; mi piloto automático!

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 7,36-50

Lc 7,36-50

“Tu fe te ha salvado. Vete en paz”. El Señor es capaz de mirar en la profundidad de nuestro corazón y de nuestra alma. No hay nada que podamos ocultarle, porque allí, donde todos somos uno, Él lo sabe todo.

¿Por qué siempre estamos fijándonos con envía en los demás? Que si les es más fácil, que si recibieron más, que si tienen menos penas, menos dolor, menos sufrimiento. ¡Qué sabemos nosotros de lo que anida en los corazones de nuestros hermanos!

¡No juzguemos! ¡Demos siempre lo mejor de lo que podemos, lo mejor de nosotros, lo mejor que tenemos, sin mirar a quien, sin detenernos a ver si lo merece o no! ¡No somos quién para juzgar y decidir lo que cada quien merece! Fijémonos en nuestros pies, en nuestras manos, en nuestros sentidos, en nuestros pensamientos, en nuestros corazones…Escojamos siempre lo mejor, lo bueno, lo que nos hace santos…el servicio humilde, sin esperar recompensa, ni compensación, que Dios que lo ve y sabe todo, sabrá apreciarlo.

Pongamos nuestra mirada en Él y hagamos todo por Él y para Él.
Hay algo más que deseo comentar respecto a este pasaje, y es el poder que tiene el Señor de purificarnos, de perdonarnos. No sólo puede curar nuestros cuerpos y aliviar nuestras penas, sino también limpiar nuestras almas, concediéndonos el perdón de todos nuestros pecados. Él no pierde la esperanza en nosotros y sin importar cuan pecadores somos, sin reparar en nuestras faltas, sin importar cuan grandes o cuan pequeñas sea y sin distinción, nos concede el perdón, para que andemos por la vida como niños, inmaculados, brillantes como el sol. Él alivia nuestras cargas, nuestros pesares, nuestros errores, nuestras ofensas, nuestras metidas de pata, nuestros pecados y nos alienta a seguir por el camino del bien, dejando esa carga pesada en sus manos, para que puedas decir: “Hoy es el primer día del resto de tu vida”.

Oremos:

Señor, danos humildad para servirte a través de nuestros hermanos, allí donde estés, donde más lo necesiten.

Saca de nuestros corazones la envidia y el prejuicio.

Que no vayamos comparándonos ni midiendo merecimientos, sino que tengamos la humildad para hacer y preferir siempre tu voluntad.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

Reflexión: Lc 7,31-35

Lc 7, 31-35

¿Por qué somos tan indiferentes? Siempre estamos buscando excusas para justificarnos y casi siempre las encontramos, tranquilizando nuestra conciencia y evadiendo nuestra responsabilidad. Si cantan…que por qué cantan; si no cantan, que por qué no cantan. Siempre buscándole tres pies al gato.
Muchas veces actuamos caprichosamente y no nos contentamos con nada. Esta actitud en realidad es una máscara, tras la cual ocultamos nuestra desidia, nuestra dejadez, nuestro deseo de hacer las cosas a nuestro modo; de encontrar la falla que justifique nuestra evasión. Pero así no engañamos a nadie, más que a nosotros mismos.

Oremos:

Señor, dame coraje para seguirte, más aun cuando tus caminos me incomoden y pretenda evadirlos, con autocompasión y engaño.

Dame un corazón puro y sincero, que no engañe a nadie y menos a mí.

Dame capacidad de asombro, como la de un niño…que en este aspecto no envejezca jamás.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

martes, 16 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 7,11-17


Jesús es La Vida y como tal, se conmueve ante el dolor, la tristeza y la muerte. Él ha venido a darnos vida en abundancia; a darnos vida eterna. Pero su Misión no es en este momento resucitar a todos los muertos o acabar para siempre con la muerte. Aunque podría hacerlo, y de hecho lo hace con este joven, el ha sido enviado por el Padre para enseñarnos El Camino. Y el camino es el amor, la compasión, la solidaridad con el que sufre. Eso es lo que siente en aquel momento por aquella viuda y con la autoridad que sólo él es capaz, ordena al joven levantarse.

Dios Padre quiere el triunfo nuestro sobre el dolor y la muerte. Pero eso sólo es posible si LIBREMENTE elegimos el camino. Que fácil sería forzarnos, pero así no mostraría respeto a nuestra dignidad. Y nosotros, porque él así lo ha querido, tenemos la dignidad de hijos de Dios…somos su imagen y semejanza. ¡Somos capaces de ese mismo amor! ¡Sólo debemos quererlo!

Oremos:

Padre Santo, haz que seamos siempre portadores de tu paz y amor. Que seamos solidarios, capaces de conmovernos con el sufrimiento de nuestros hermanos. Que no seamos indiferentes.

Pero que no brille yo, sino tu. Que sea a ti a quien vean a través mío. Que pase haciendo el bien, siempre, a todo los que me rodean.

Dame paciencia, buen humor, alegría, optimismo, bondad. ¡Hazme generosos!


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

lunes, 15 de septiembre de 2008

Reflexión: Jn 19,25-27

Jn 19,25-27

La lectura de hoy es muy pequeña, pero de una significación que escapa a nuestro entendimiento e imaginación. Sin embargo, siguiendo las reflexiones del Padre Manolo Cavanna S.J. en la Primera Edición de “Les doy una Buena Noticia”, es claro que tras estas palabras une inseparablemente a su madre con sus discípulos. , representados por Juan, el más joven. De este modo hace a María Madre de todos, madre de la Iglesia, con aquellas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” y al discípulo: “Ahí tienes a tu madre.”

María acoge a Juan como a su hijo, de este modo, en Juan, acoge con el corazón a todos los discípulos. Hay aquí un doble pedido…una doble acogida.

A María le pide que acoja, proteja, crie y ayude a los suyos, a sus discípulos a sus seguidores, encarnados por Juan, el más querido. Y a Juan se le pide que acoja a María en su corazón, como su madre. Cada uno tiene una misión en la Historia de la Salvación.

Oremos:

Señor, creo en Ti, pero aumenta mi Fe.

Permítenos entender el misterio de la Iglesia y la maternidad de María.

Enséñanos y danos fuerzas para ser leales hasta el fin.

Permite que acojamos a nuestra Santa Madre Iglesia con Amor., como quien, efectivamente acoge a tú Madre, ya que así lo quisiste.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

domingo, 14 de septiembre de 2008

Reflexión: Jn 3,13-17

Jn 3,13-17

Realmente un misterio. Esa fue la voluntad de Dios…esa ES la voluntad de Dios: Salvarnos. ¿Qué cosa es salvarnos? Pues darnos una mano; sacarnos del abismo en que nos encontrábamos. Es que sin Dios no somos nada. Sin Dios nuestra vida no tiene sentido…eso es lo que no llegamos a entender.

Su voluntad es, fue y será…Los tiempos de Dios no son los nuestros. Este Dios, Creador, Infinito, se compadece de nosotros y quiere que disfrutemos con Él de la Vida de Gracia, de la Vida Eterna, del AMOR. Pero es tan grande, tan poderoso, tan inteligente, tan sabio, tan amoroso, que nos propone el camino para llegar a esta dicha eterna, pero no nos obliga a transitarlo, por el contrario, nos deja en libertad. Podemos seguirlo o no. Aun cuando lo más recomendable, lo más conveniente sería que lo sigamos, no nos obliga a hacerlo.

Este Dios nuestro, nos quiere y respeta tanto, que nos deja en libertad. Aun siendo tan pequeños e insignificantes, para Él somos dignos de respeto, de consideración, de amor. Es un Dios que nos mira la cara; que nos trata con cariño, como nadie sería capaz de hacerlo después del desprecio con que nosotros lo tratamos.

Él lo perdona todo, se humilla, se aviene a nuestra naturaleza y no contento con ello, muere sometido a insultos, infamia y crueldad, entre ladrones, como el más miserable de los seres humanos, todo para enseñarnos el Camino, para Salvarnos.

¿A cuántos más conoces que hayan dado la vida por ti?

Oremos:

Señor, dame sabiduría para entender el milagroso sacrificio de tu muerte en la cruz.
No permitas que me aleje de ti, que desprecie tu amor. Por el contrario, hazme agradecido seguidor tuyo.
Que sepa seguirte y llegue algún día a amar como tú.
Que tu sangre no haya sido derramada en vano; que ella me renueve y fortalezca cada día hasta que llegue el día en que seamos uno.
Permíteme servir a mis hermanos con humildad, no pidiendo nada para mí.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

sábado, 13 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 6,43-49

Lc 6,43-49

Llamados a dar fruto. Los cristiano tenemos que dar frutos y abundantes, de otro modo ¿qué clase de cristianos seríamos? Y, qué interesante es la asociación que hace el Señor entre frutos y cimientos. No es casual. Es que increíblemente, cuando damos buenos frutos y en abundancia, nos fortalecemos más. O sea que mientras más damos, más fuertes somos. En definitiva, mientras más damos, más recibimos. Si tan sólo llegáramos a comprender esto, no seríamos tan necios y nos esforzaríamos por dar más y más. Porque mientras más demos, más recibiremos…Si hasta parece un propósito egoísta.

Se trata de una hermosa paradoja, que da valor a nuestras vidas. Más valemos mientras más damos…mientras más nos desprendemos, mientras menos tenemos, mientras más libres somos o como diría Anthony de Mello, mientras más libres de equipaje estamos. Y nosotros que pensábamos que valdríamos más si atesorábamos más. ¡Qué gran error!

Oremos:

Señor, danos tu luz para comprender que el amor consiste en dar, dar cada día de nosotros, de lo que somos, de lo que tenemos, de nuestro tiempo. Dar, dar y dar, sin esperar nada a cambio y a quien nos encontremos en el camino, sin mirar merecimientos ni simpatías. Dar por amor a Ti. Dar pensando en Ti, como tú harías, con cualquiera que te lo pidiera, en cualquier momento. Dar sin límites.

Fortalécenos Padre Santo para que cada día nos levantemos a los ojos de nuestros hermanos como un sólido símbolo de tu amor. Porque seamos dignos, confiables, amigos, hermanos, hijos, respetuosos, solidarios, transparentes, puros, honestos, virtuosos…amorosos, humildes, inicentes, alegres, niños…


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

viernes, 12 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 6,39-42


Nadie puede dar lo que no tiene. No se puede vivir en la hipocresía y la mentira siempre, llega un momento en que todo sale a luz. Debemos ser coherentes.

Pero qué fácil se nos hace poner exigencias a los demás, pedirles cosas, evaluarlos, medirlos, juzgarlos y sancionarlos por cosas que nosotros mismos no somos capaces de hacer. ¡Qué fácil es criticar! ¡Qué fácil andar despotricando de todo y encontrar en todo error y maldad! ¿Y nosotros? ¿Cómo vamos por casa?

Nosotros hacemos todo bien…¡Falsos, hipócritas! ¡Sólo Dios es perfecto! ¿Qué frutos estamos dando? Porque de lo que hay en nuestro corazón habla nuestra boca…

Sería interesante detenernos un momento a observar, a indagar, ¿qué piensan nuestros hermanos de nosotros? ¿por qué? ¿somos coherentes? ¿o tal vez sólo somos unos “figuretis” que decimos una cosa y hacemos otra? ¿somos un buen ejemplo para nuestros hermanos? ¿predicamos con el ejemplo?

Oremos:

Señor, te pedimos que nos ayudes a ser coherentes en nuestras vidas. Haznos dóciles a tu Espíritu, para hacer lo que debemos, lo que Tú nos propones siempre, y así guiar a nuestros hermanos.

Que habite tu Espíritu en nosotros, para que así con nuestras palabras y nuestros actos te bendigamos siempre.

Que sea a Ti a quien nuestros hermanos vean y sigan a través nuestro. Haz que te transparentemos.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

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jueves, 11 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 6,27-38


¡Qué difícil y qué distinto es ser cristiano! Se parece muy poco o nada a lo que somos…siempre llevando cuentas, pendientes de a quién saludamos y a quién no…quién nos debe, a quién prestamos; con quién nos juntamos y a quién escuchamos…

El Señor no nos propone un imposible, como a veces queremos interpretar, bajándonos la varilla y diciéndonos que habla en forma figurativa. ¡No! Eso literalmente y bien claro es lo que pide a todo cristiano; en eso consiste el amor, no sólo en frases bonitas, posturas y gestos, sino en actos de verdadero desprendimiento. No vivir encerrados en nuestro bienestar, en nuestra comodidad. Darles un espacio en nuestros pensamientos y oraciones a los demás y no sólo a aquellos que nos dan algo y por tanto nos hacen felices, sino a aquellos a los que nos caen antipáticos, a aquellos que evitamos…con los que no quisiéramos estar.

Amar, dar, perdonar, acompañar…

Oremos:

Señor, quiero pedirte perdón por todas aquellas personas a las que les he fallado, por todos aquellos a los que debí visitar cuando estuvieron enfermos o cuando estaban solos y tristes; por todos los que no he consolado; por todos aquellos a los que solo di mi indiferencia.

Haz Señor que me esfuerce cada día por amar a todos los que me rodean, no sólo a “mis predilectos”. Por el contrario, que me esfuerce más en dar a aquellos que no me caen bien, a aquellos que me maltratan, que me ofenden o simplemente me ignoran. Que sirva por ti y para ti, no por las ventajas que puedo obtener.

Que vea el corazón de mis hermanos y que pueda establecer un diálogo de corazón a corazón, allí donde todos somos hijos tuyos.

¡Permíteme SIEMPRE encontrarte en mis hermanos!
¡Haznos un instrumento de tu fe!


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

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miércoles, 10 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 6,20-26


El Señor nos hace reflexionar sobre la riqueza y la pobreza. La gran diferencia entre ambas y cómo la riqueza puede alejarnos de Dios. Pues un rico está tan satisfecho, tan lleno de sí mismo, tan cómodo, recibiendo incluso el reconocimiento de los demás, que sólo tiene espacio para sí en su vida, de este modo no queda ni un resquicio para Dios. Por eso los pobres, los que tienen hambre, los que tienen necesidades y aquellos de los que hablan mal por causa de Jesús, son benditos, pues estos tienen presente a Dios en cada instante de sus vidas.

Jesús nos señala dos caminos: el de la riqueza y el de la pobreza; el del bien y el mal; el del egoísmo hedonista que se regocija con su riqueza y el del amor. Quién ama, difícilmente puede acumular riquezas para sí, mientras haya pobreza en el mundo.

Dios está con los excluidos, con los que sufren, con los que padecen...

Nos dice san Basilio: «Quien ama al prójimo como a sí mismo no acumula cosas innecesarias que puedan ser indispensables para otros».

Oremos:

Señor haznos sensibles al sufrimiento y dolor de los demás. Que no nos ocupemos tanto de nosotros, como de nuestros hermanos.

Danos sensibilidad y espíritu de solidaridad.

Más que riqueza y cuanto bien puede haber en la Tierra, permítenos buscar, descubrir y hacer tu voluntad.

Que no se nos suban a la cabeza el orgullo y la vanidad. Permítenos servirte con humildad.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

martes, 9 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 6,12-19

Lc 6,12-19

Si algo atrae nuestra atención en esta lectura es la oración. Oración larga e intensa, que precede la elección de los 12 apóstoles. Toda acción trascendente en la historia de la Salvación, realizada por Jesús, es precedida de intensa oración, porque es a través de ella que se une al Padre, que dialoga con Él y finalmente, es ella que garantiza la realización de la Voluntad del Padre.

Luego, más allá de la elección, tan importante para la Iglesia, pues es allí que de algún modo la instituye, me llama la atención la fuerza que salía de Él, que todos podían sentir…por eso lo querían tocar. Nuevamente creo que está relacionada con la oración, con la unión al Padre, con el Espíritu y con su Misión.

Oremos:

Padre Santo, permítenos caminar haciendo el bien por donde vamos y a cuantos encontramos en nuestra vida. Que todos los que nos tocan o acompañan, sientan tu fuerza poderosa a través nuestro.

Haznos entender la importancia de la oración, de permanecer unidos a ti y a través tuyo al Padre. Que nuestros actos sean precedidos por la oración. Que no tomemos decisión sin conocer primero Tu Voluntad y que sea esta la que prevalezca e nuestras vidas.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

lunes, 8 de septiembre de 2008

Reflexión: Mt 1,1-16.18-23


La Iglesia hoy nos pone frente a uno de los más asombrosos misterios y de algún modo lo devela, para el que quiere entenderlo o, quizás, para aquél que se le concede la Gracia de entenderlo.

Jesús, no aparece de un momento a otro en nuestra historia, sino que su presencia fue anunciada desde siglos, en los que tiene una familia humana, una procedencia conocida y distinguida en la historia de la Salvación. En toda esta historia, de muchas generaciones, de muchos siglos, comparte nuestra humanidad, tanto en pecado, como en virtud. No es que Jesús aparece intempestivamente y de un momento a otro.

Nuestro Padre no sólo está en la historia, interviniendo, diríamos en el pasado, o en la concatenación de cada uno de estos acontecimientos, sino también en el “presente”, en la Concepción de María, pues en ella interviene directamente el Espíritu de Dios, para, hasta en eso, compartir con nosotros nuestra vida, nuestra humanidad.

La Virgen María, por obra y gracia del Espíritu Santo, tendrá un hijo que será Hombre y Dios simultáneamente y que traerá la Salvación a la humanidad entera, como había sido anunciado desde siglos. ¡Qué mejor pacto! ¡Qué mejor alianza!

Este es el acontecimiento que celebramos hoy.

Oremos:

Permítenos Señor entender este gran Misterio de nuestra fe, este gran amor, que te lleva a intervenir en nuestra historia para, poniendo lo mejor de ti, lo más querido, Tu Hijo, darnos la Salvación…enseñarnos el Camino, darnos tu Luz.

Gracias Señor, por este enorme sacrificio que me hace sentir tan importante a tus ojos. Hazme merecedor de tan gran distinción.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

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domingo, 7 de septiembre de 2008

Reflexión: Mt 18,15-20

Mt 18,15-20

Corregir y ponernos de acuerdo para pedir. Que importante es vivir en comunidad, pendientes unos de otros. No podemos ser indiferentes a lo que viven y hacen nuestros hermanos. Como siempre decimos: “es su problema”, “a mí qué me importa, allá él”. Pues el Señor nos recuerda la obligación de corregir a nuestros hermanos, primero con discreción, con cariño, como se espera de todo hermano. Luego, con insistencia, buscar el apoyo de otros hermanos. No darnos por vencidos tan fácilmente. Sólo entonces, si no hace caso a la comunidad, tratarlo como un pagano. No dice que lo odiemos, que o aborrezcamos o lo aislemos, sino simplemente que lo tratemos como a un pagano, como alguien que no cree. ¿Y qué debemos hacer con aquellos que no creen? No seguirlos, no obligarlos, sino tratarlos con astucia. Pedir al Señor que derrame su abundante Gracia, para que llegue también para ello la luz, para que algún día vean.

Luego está la hermosa promesa de Jesús. Si somos capaces dos o más de ponernos de acuerdo y pedimos al Padre en Su nombre, Él nos concederá lo que pidamos. Porque donde se reúnan dos en su nombre, Él estará en medio. ¡Salgamos de nuestra soledad! ¡Busquemos a nuestros hermanos! ¡No desperdiciemos esta gracia! ¡Estemos siempre con otros y siempre que procuremos reunirnos y pedir en nombre del Señor! ¡Creamos que lo hemos conseguido y nos lo concederá!

Oremos:

Padre Santo permítenos entender la importancia de la corrección y luego, corregir a nuestros hermanos con amor. Como dice el Padre Manolo en sus reflexiones, “todos absolutamente todos necesitamos ser corregidos”. Y algo más nos recuerda Manolito, que Santo Tomas de Aquino dice que “la corrección entre los hermanos es una obra de misericordia, superior a la curación de enfermedades y a la limosna”.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

sábado, 6 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 6,1-5

Lc 6,1-5

Ninguna ley o norma puede estar por encima del hombre. Incluso aquella norma que el hombre pone para supuestamente honrar a Dios. Incluso esa, llegado el caso, como bien claramente nos enseña Jesús, no puede ser impedimento para actuar y atender las necesidades del hombre. El hombre es el Rey de la Creación. El hombre está por encima. Todo cuanto ha sido creado ha sido puesto a su servicio. ¿Y el hombre a quién se debe?

Como nos enseña San Ignacio:

“El hombre es creado para alabar, respetar y servir a Dios nuestro Señor y mediante eso salvar su alma. Las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre, para que le ayuden a alcanzar el fin para el que ha sido creado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas cuanto le ayuden para su fin, y tanto debe quitarse de ellas cuanto para ello le impiden.”

Oremos:

Señor, tu nos has hecho libres…enséñanos a entender esta libertad y a entender que ella no tiene sentido si no la ponemos a tu servicio.

Ayuda a los oprimidos en su lucha contra las tiranías de cualquier clase, que ponen sus intereses, su bienestar y sus riquezas por encima de los humildes y los desposeídos.

Libéranos de las ataduras del pecado, de la muerte, del hedonismo y de todo aquello que nos transforma en indignos hijos tuyos.

Hemos nacido para ser águilas y dominar el horizonte…que no nos conformemos con ser gallinas.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

viernes, 5 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 5,33-39


¿Cómo debe vivir el Cristiano? ¡Alegre! ¿Por qué? Porque está con el novio.

No podemos pretender recibir al Señor, vivir como Él y seguirlo, sin RENOVARNOS. Tenemos que cambiar totalmente. Sólo así podremos realmente experimentar la vida cristiana. Pero qué difícil es romper con todo aquello que nos ata y mantiene a los viejos estilos, a las viejas costumbres. Jesús viene a proclamar el Reino y como Él mismo lo dice, el Reino ya está aquí. Y si está aquí, y estamos con Él, no podemos estar tristes…todo lo contrario, debemos estar alegres.
Así es como debemos servir, como debemos amar y dar…¡alegres!

Oremos:

Señor, permítenos entender en nuestras vidas el cambio que tu nos propones, el cambio que tu nos traes y vivir conforme a él.

Danos la alegría de vivir y servir en tu nombre.

Permítenos ser portadores de la buena nueva, de tu buena nueva, ¡como debe ser! Alegres, porque la noticia que traemos es nueva y es buena.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

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jueves, 4 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 5,1-11


El Señor da abundantemente a quien hace su voluntad. Así, creer en Él, tener fe, dejarlo todo y hacer lo que dice, es garantía de abundancia en la vida. Pero hay que tener coraje y resolución para dejarlo todo e ir tras Él, como hicieron Simón y los hijos de Zebedeo. La llamada de Jesús es radical, exige compromiso. No podemos andarnos con rodeos, con medias tintas. Él propone con autoridad un Plan, un Proyecto: “Rema mar adentro y echa las redes para pescar”.

Para seguirlo tienes que estar dispuesto a dejarlo todo y remar mar adentro. Es decir, entregarte por completo a Él, haciendo su voluntad. Pero, ¿Cuál es su voluntad? ¡Eh ahí lo que tenemos que descubrir! La conoceremos a través de su palabra y de la oración.

No puede dejar de resonar en mí: vive como Hijo de Dios, amando y sirviendo a la humanidad, tus hermanos.

Oremos:
Señor, danos el coraje para dejarlo todo y seguirte cada día a donde vayas.

Que sepamos poner en orden todo lo que ocurre en nuestra vidas, priorizando siempre lo tuyo, es decir, el amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo, como a nosotros mismos. Nada debe estar antes; ese debe ser nuestro Plan, nuestro Programa.

Que sepamos dejarlo todo y asistir a nuestros hermanos que día a día nos piden algo, que nos exigen ir más allá de de nuestros propios deseos y planes. Que sepamos atender a aquellos que rompen nuestros esquemas.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 4,38-44

Lc 4,38-44

Curar y anunciar o curar, sin dejar de anunciar. Esa es la misión que nos da a conocer Cristo en este pasaje, misión que sus seguidores debemos asumir en nuestras vidas. ¡Sí! Se trata de poner manos a la obra, de enlodarse, de ensuciarse, de participar activamente, dando lo que podemos, lo que tenemos, lo que se nos pide, sin olvidarnos de anunciar. Es el anuncio, lo que anunciamos, lo que debe estar detrás de todos y cada uno de nuestros actos. Nuestra vida entera debe ser un anuncio. ¿Y qué es lo que anunciamos? Pues como dice Jesús, el Reino. Para eso vino Él aquí, para eso estamos nosotros, sus seguidores. ¿Y cuál es el centro de este mensaje? Que Dios es nuestro Padre, que nos creó por amor; que por lo tanto todos somos hermanos y como tales nos debemos amor.

Oremos:
Porque sepamos “curar”, atender, entender, dar, ayudar, amar a quienes lo necesitan y de este modo, Anunciar el Reino a todos.

Porque lleguemos a comprender o cuando menos aceptar y apreciar el misterioso don de la vida.

Por Beatriz, que siendo madre joven y teniendo una niña, un día tomó la fatal resolución de quitarse la vida, llevándose con ella los extraños motivos que pudieron llevarla a tal determinación, para que su espíritu encuentre la paz.

Por Alberto, que siendo sacerdote, relativamente joven fue atacado por un cáncer feroz que en muy poco tiempo se lo llevó a reunirse con el Padre, cuando todos lo necesitábamos aquí. Dale la paz que merece y ayúdanos a comprender este misterio.

Por Carlos, que hoy sería el hermano mayor de nuestra familia, que se fue al Padre aquejado por una enfermedad infantil cuando apenas tenía poco más de un año.

Por todos ellos que hoy, 3 de setiembre cumplirían un año más de vida, pero que ya partieron a reunirse con el Padre.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

martes, 2 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 4,31-37

Lc 4,31-37

Hablar con autoridad, sólo es posible cuando verdaderamente es el Espíritu el que nos guía, cuando nos hacemos su instrumento y nos dejamos confiadamente en sus manos. Cuando en mi vida soy consecuente con lo que predico; cuando mis obras, mis actos hablan de lo que soy y llego a ser verdaderamente un instrumento de fe. Entonces puedo hablar con autoridad y mi palabra, que ya no es mía, se convierte en el más poderoso bisturí, capaz de penetrar hasta el fondo del corazón y del alma del más duro de nuestros hermanos, del más escéptico, expulsando al demonio, que unos más que otros, vamos dejando que se vaya apoderando de nuestras vidas, hasta abarcarlo todo.

El antídoto, el enemigo del demonio, es el Espíritu. ¿Y qué es obra del demonio? Es todo aquello que nos aleja de la verdad, todo aquello que nos aleja de la justicia y del amor. El demonio quiere nuestra destrucción, se ufana de ella…el Espíritu, por el contrario, pone a la vida al centro, como el más preciado don. El que ama y defiende la vida, está con Dios. Y no se puede amar y defender la vida, si no se ama a los demás, a los que nos rodean, empezando por los más próximos.

Sólo habla con Autoridad, el que obra con Autoridad. ¡Ese es Jesús, nuestro modelo! Y a ese seguimiento estamos invitados todos.

Oremos:

Señor ayúdame a ser un instrumento de tu fe. Que seas Tú el que vive y obra en mí. Que me reconozcan por mis obras y que entonces pueda hablar con autoridad, para enseñar el camino a mis hermanos más pequeños, a los pobres, a los humildes, a los necesitados.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

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lunes, 1 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 4,16-30

Evangelio: Lc 4,16-30

De veras me preocupa ser uno más de aquellos que viéndolo y oyéndolo no lo pueda reconocer. Ninguno puede entender aquello de “Hoy se cumple esta escritura”. Él es el Salvador, el Mesías anunciado por los profetas y está entre nosotros. Pero no lo aceptamos, queremos pruebas, muestras de su poder, como las que dio en otro tiempo y lugar. Nos falta Fe. No nos sentimos de los suyos, de los que Él quiere. Nosotros también necesitamos pruebas.

Veamos, tratemos de entender. Jesús está en su pueblo, con su gente, en su templo y todos esperan ansiosos por lo que dirá y hará. Habiendo oído todo lo que había hecho en los pueblos alrededor, se preguntaban cómo sería acá. Pero Jesús, en lugar de hacer aquello que todos esperaban dice que la profecía leída se ha cumplido y que el Espíritu del Señor está con Él y da a conocer la Misión para la que ha sido enviado. Es claro que no los va a complacer. Porque los quiere, porque los conoce, comparte con ellos lo más íntimo, lo más grande. Su Misión va más allá del gesto efectista que todos pedimos. No ha venido a hacer un show y mucho menos lo hará con aquellos que conoce desde niño, entre los que seguramente había muchos y muy queridos amigos.

No se trata de ir mostrando y demostrando su poder, porque no está en esta demostración nuestra salvación. Si así fuera, ya hubiera transformado el mundo con un solo chasquido de sus dedos. Pero no se trata de eso. No es magia lo que ha venido a hacer. No se trata de un truco, porque entonces nada tendría sentido, seríamos títeres, muñecos. ¡Pero no! Él sabe, porque Él mismo nos lo revela, que somos hijos del Padre y con la dignidad que nos da esta extraordinaria filiación, somos libres de elegir aquello que Cristo nos propone, es decir, nuestra salvación o nuestra perdición. Somos libres para construir o para destruir. Somos LIBRES. Podemos elegir amar y entonces construir; o cerrarnos en nuestro egoísmo y destruirnos, buscando egoístamente nuestra propia salvación.

Vale la pena transcribir las palabras que usa el Señor:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de Gracia del Señor”

¿Y qué respuesta le damos? Será la misma que le deparó la gente de su pueblo, que casi lo echa por el barranco.
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Señor, danos lucidez para entender tu mensaje y fe para aplicarlo en nuestras vidas.

Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

Reflexiones de HOY