Como explica el Padre Manolo en sus reflexiones, hay que ponerse en el tiempo y lugar. Cuando Lucas habla de estas mujeres, está hablando de las excluidas de la sociedad, de las menospreciadas. No era fácil estar caminado y exhibiéndose por ahí con mujeres y algunas de las que Cristo había curado habían tenido dudosa reputación. Pero el Señor es así. Rompe los esquemas y las formas tradicionales de obrar. Sus categorías son otras; no son las mismas que las nuestras. Lo que era aceptado y correcto para los hombres de prestigio de aquél entonces, no era lo que determinaba su proceder. Él va más allá; para el está primero la dignidad del ser humano y no el qué dirán.
¡Qué lección! Cuantas veces nosotros evitamos juntarnos con este o aquél, por no mancharnos, por no malograr nuestra reputación. ¿Cuánto remecería este hombre las bases de su sociedad, caminando con borrachos, cobradores de impuestos, pecadores, prostitutas? Lo debían tener entre ceja y oreja.
¿Quién podía ser este que encima de andar con gentuza se decía hijo de Dios?
¿A cuántos Cristos estaremos ahora juzgando y condenando simplemente porque no andan con los nuestros, porque no hacen lo que aprobamos, porque se juntan con la escoria de nuestra sociedad o con los pobres y humildes, con los excluidos?
Oremos:
Señor dame un corazón humilde, para seguirte sin vanagloria.
Dame fortaleza para no doblegarme ante el cansancio y la monotonía de la rutina diaria. Para dar testimonio de Ti, aun en aquellos momentos en los que el cansancio y la fatiga parecieran vencerme.
No me dejes solo, no me abandones, aun cuando mi obrar a veces te avergüence y decepcione. Permíteme hacer siempre un último esfuerzo por seguirte, hasta el fin.
¡Sé mi piloto; mi piloto automático!
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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