Roguemos al Señor - últimas reflexiones

Aldila - Oficial

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 9,1-6

Lc 9,1-6

Otra vez me parece oír hablar al Señor de la Libertad. No llevar nada con uno…sólo lo indispensables. Y partir, dejando todo con una misión: hacer su voluntad. Trabajar con cada uno de los que encontramos en el camino, pero sin detenernos demasiado con aquellos que nos rechazan. Añadiría yo que hay demasiado que hacer, para estar deteniéndose a porfiar con alguien que no nos quiere. Sacudirnos el polvo de los zapatos y seguir adelante…Es decir, no dejarnos desalentar.

Envestidos del Poder que sólo Él es capaz de darnos, nos pide marchar a anunciar el Reino de Dios y a curar a los enfermos. Me parece importante tomar nota que sólo nos encarga dos tareas ¡sólo dos!

El enfermo, el disminuido, el que no puede valerse por sí mismo, el que está sufriendo, merece compasión y por lo tanto nuestra atención. Es a estos hermanos a los que el Señor nos envía a curar. Pero esta cura no es solamente física. Es que el Señor no sólo se refiere a los enfermos físicamente, sino a todo aquello que envenena el espíritu, aquello que tergiversa la realidad, que nubla la razón, que debilita o daña el alma. Es nuestro mandato: ¡curar!

Y en qué consiste anunciar el Reino. ¡Pues en llevar la Buena Nueva. En dar esperanzas a quien tiene un corazón dispuesto, a aquellos que sinceramente lo está buscando. “Dios, que es AMOR, es nuestro Padre. Y porque nos ama, quiere nuestra felicidad. El reino ya está aquí; está en nuestros corazones y viene creciendo y propagándose por el amor. Aprendamos a amar como El nos ha amado y alcanzaremos la Vida Eterna”.

El Reino se anuncia con la vida misma. Seamos portadores de la buena nueva allí donde estemos, por donde nos movamos.


Oremos:

Señor Jesús, dame la fortaleza para proclamarte con mi vida, allí por donde voy, con quien estoy, en todo lo que hago. ¡Que mis obras hablen de ti!

Hazme portador de consuelo para el que sufre, para el que no tiene nada, para el que ha sido abandonado y desahuciado.

Que no me preocupe tanto en lo que debo llevar, como en lo que debo dar. Que acoja generosamente al que sufre, compartiendo y comprendiendo su dolor. Si está en mis manos aliviarlo, Señor, que sea capaz del sacrificio y que no me corra cobardemente.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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